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Diario de Una Vida con Batman. Parte 4

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FRAGMENTO 7

Estaba EMOCIONADO porque Batman salía en la tele. Desde Adventures of Super­man, con George Reeves, no se había visto a un superhéroe en la pequeña pantalla. ¡Y al­guien se estaba gastando un montón de dinero! ¡Era en color! Los decorados estaban muy trabajados y parecían caros. ¡El coche era genial! La intro animada parecían cómics de Batman de Bob Kane. ¡Frank Gorshin estaba estupendo como el Acertijo!
PERO… y en un mundo repleto de estos peros, este era el más grande de todos…
Estaba HORRORIZADO porque me di cuenta de que el mundo se reía de Batman. No con él. DE él. Le hacían recitar diálogos forzados con una prosa grandilocuente. El actor que interpretaba al Joker, Cesar Romero, se negó a afeitarse el bigote, así que el Joker llevaba maquillaje blanco cubriéndole el puñetero mostacho. ¡Vergonzoso! Había «Bat» etiquetas en todas partes, incluso tenían una Batbarra ancha para deslizarse con el nombre de «Bru­ce» y una Batbarra más finita con el nombre de «Dick». ¡Batman bailaba el «Bat-tusi», pola­mordeDios! Y encima estaban aquellos «POW», «ZAP» y «WHAM» que aparecían siempre que le pegaba a un villano o viceversa. ¡Oh, qué ignominia! En interés de la nueva obsesión por el «pop art» de la alta sociedad, Batman fue sacrificado en un altar a Andy Warhol, Roy Lichtenstein, y la multitud «in» de locales como el Peppermint Lounge o el Cheetah Club de Nueva York. Batman necesitaba desesperadamente un superhéroe que lo rescatara de la perdición, y yo no podía hacer nada para ayudarle.
(…)
Antes de terminar el curso de 1966, ya había visto demasiados ¡Pow! y se me acabó la pa­ciencia. Aquella noche, un crío de un barrio obrero de Nueva Jersey realizó un juramento como el del joven Bruce Wayne y definió su misión en la vida desde aquel momento. Algún día, no sabía cómo, eliminaría aquellas tres palabritas de la conciencia colectiva del mundo de la cultura: ¡Pow!, ¡Zap! y ¡Wham! Le devolvería a Batman su auténtica y legítima identidad como el Caballero Oscuro… una criatura de la noche que acosa a los criminales desde las sombras como pretendían originalmente sus creadores, Bob Kane y Bill Finger… un hom­bre sin superpoderes cuyo mayor «superpoder» era su humanidad… un detective magistral que sobrevivía y prosperaba más con su ingenio que con sus puños. Y, por Dios, después de muchas décadas luchando en las trincheras, y gracias a mucha gente que creyó en esa mis­ma causa, cuando Batman, y años después Batman Begins y El caballero oscuro llegaron a los cines, creí haber logrado exactamente eso. En el año 2012, The Dark Knight Rises será la guinda del pastel.

FRAGMENTO 8


Y así, con mi plan de estudios al hombro me acerqué a uno de mis profesores de Folklore, el Dr. Henry Glassie, y le expliqué mi propuesta. La apoyó de inmediato. Coincidió conmigo en que los argumentos, los temas y los arquetipos convencionales que se encuentran en el folklore tradicional eran exactamente los mismos que los que encontrábamos en los cómics ac­tuales. En definitiva seguían siendo historias de héroes contra villanos, dragones, monstruos y hechiceros, aunque con damiselas no tan en peligro como antes. Ahora las historias esta­ban cubiertas de unos ropajes más contemporáneos. Era hora de enfrentarme al comité.
Mi cita estaba prevista de 11:15 a 11:30 de la mañana. Me puse mi camiseta del Asombroso Spiderman para causar impresión. Agarré mi colección de cómics y de páginas originales. Ya era tarde para hacer algo con mi pelo hasta los hombros y mis abalorios hippies. Mientras daba una última y profunda bocanada de aire y entraba en la sala de conferencias del decano tuve una tremenda sensación de deja vú. No es que creyera que había estado antes en aquella sala. Es que en mi cabeza tenía el mismo aspecto que siem­pre había imaginado que tendría el Santuario Se­creto de la Liga de la Justicia de América: paredes de caoba; una enorme y pesada mesa de conferen­cias; y mullidas sillas de respaldo alto. Incluso podía imaginar una diminuta silla flotante a mi izquier­da para el pequeño superhéroe Átomo. Al entrar, el decano me miró por encima de aquellos medios anteojos diminutos que llevaba apoyados en la pun­ta de la nariz. Con el sonido del disgusto patente en cada una de sus palabras, me dijo, «¿Así que usted es la personita que quiere dar un curso de «tiras cómicas» en MI universidad?». Supe que estaba de mierda hasta el cuello.
Me lancé a desarrollar mi propuesta y esbocé las cinco disciplinas que utilizaría para enfocar el tema académicamente y comencé a explicar la teoría de que los cómics eran nuestra mitología moderna. Creo que el decano me dejó hablar du­rante tres minutos antes de cortarme. «¡Oh, venga ya! ¿Los cómics como mitología? ¿Superhéroes como folklore? En serio, Sr. Uslan, corte el rollo», dijo mientras sacudía la cabeza. Su siguiente comentario, estoy convencido, lo escri­bió el Dr. Wertham en persona. «Lo que son los cómics es… entretenimiento barato y puede que morboso para los críos. Nada más, ni nada menos. Escuche, yo leí cómics cuando era niño. Leí todos y cada uno de los números de Superman que cayeron en mis manos. Pero no son más que cosas de críos, y rechazo su premisa».
Lo que ocurrió en los siguientes tres minutos cambió mi vida.
Sabía que tenía que pensar deprisa. Me enfrentaba a la perdición absoluta. Tan solo me quedaba una opción.


«¿Puedo hacerle dos preguntas?», inquirí con delicadeza.
El decano se recostó, y con un movimiento desdeñoso de su mano, dijo, «Pregunte lo que quiera».
«¿Está familiarizado con la historia de Moisés?». La pregunta lo dejó bastante perplejo. Respondió arrastrando lentamente las palabras, «Ssssííí… ¿Y?».
«¿Podría resumirme brevemente la historia más esencial de Moisés?», le pregunté con la cara más inexpresiva que tenía.
Volvió a recostarse en su silla y cruzó los brazos, todo mientras me interrogaba con su penetrante mirada. «Sr. Uslan, no sé a qué cree estar JUGANDO aquí…»
«Oh-oh. La fastidié», pensé mientras abandonaba toda esperanza.
«…Pero le seguiré el juego», me sorprendió y sin duda alguna sorprendió a los profeso­res sentados en las descomunales sillas reservadas habitualmente para Wonder Woman, Hawkman y J’onn J’onzz, Manhunter from Mars. Y cayó de cuatro patas en mi trampa.
«El pueblo hebreo estaba siendo perseguido, y estaban asesinando a sus primogéni­tos», propuso. «Una pareja de hebreos puso a su hijo en una pequeña cesta de mimbre y lo dejó flotando en el Nilo. Una pareja de egipcios encontró la cesta y crió al niño como si fuera suyo. Cuando creció y descubrió su auténtica herencia, se convirtió en un gran héroe para su pueblo al…».
Salté para cortarle en ese momento. Mi turno. «¡Ha estado muy bien! Gracias, muchas gracias. Y ahora, ha dicho antes que leyó cómics de Superman cuando era un niño. ¿Recuer­da el origen de Superman?», le pregunté.
«Claro», replicó con entusiasmo, lo más probable es que lo hiciera para demostrarme lo que sabía de cómics. «El planeta Krypton estaba a punto de explotar. Un científico y su es­posa pusieron a su hijo en un pequeño cohete y lo enviaron a la Tierra donde fue encontra­do por los Kent. Cuando creció y descubrió su auténtica…».
Súbitamente, el decano dejó de hablar. Me miró durante lo que estoy convencido que fue una eternidad, y entonces dijo, «Sr. Uslan, su curso queda acreditado».
Los profesores presentes en la sala permanecieron en silencio, pero estaban claramente im­presionados por lo que acaban de presenciar. Aquel fue un momento crucial para mí, y puede que lo fuera para el decano, pues ahora quería ver si había traído algunos cómics antiguos o páginas originales del Superman de los años 40. Mientras le presentaba lo que tenía, se emo­cionó bastante. Agarró el Superman núm. 52 y gritó, «¡Este lo tenía! ¡Me acuerdo! Dime… ¿tienes aquel en el que le disparan balas de kryptonita a Superman? ¡Aquel era el mejor!».

Me encanta el olor de un cómic antiguo. Huele a… victoria.

ANTERIORES FRAGMENTOS:

Diario de Una Vida con Batman. Parte 3

Diario de Una Vida con Batman. Parte 2

Diario de Una Vida con Batman. Parte 1


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